La victoria de Barack Obama ha abierto ciertas perspectivas positivas y creado algún optimismo ante la situación mundial. Como líder negro ha encarnado las expectativas centenarias de las minorías. Se le han adherido la mayoría de latinos, lo que fue determinante para su victoria. Otras minorías también se identificaron con el posible cambio.
Solo esto constituye un acontecimiento histórico, dadas las implicaciones que tiene en un país que, desde el exterminio de la población indígena autóctona, por siglos adoptó costumbres y leyes racistas y ha discriminado a las poblaciones no anglosajonas.
Generaciones de negros, latinos, chinos y otros emigrantes han vivido la opresión, solo por su condición racial. Y aún permanecen territorios donde los abusos y discriminaciones se practican, incluso como mecanismo para el incremento de la plusvalía.
No todo está resuelto, ni es de esperar que con la llegada de Obama los estereotipos racistas se superen en su totalidad. Tampoco la desigualdad y la injusticia. Es un cambio que requiere mucho más que la asunción del poder político. Un sector votó contra Obama por el color de su piel. La cultura del prejuicio, la ignorancia y xenofobia aún tienen gran peso en las decisiones sociales.
Un hombre negro llega al poder en una coyuntura inesperada, por los efectos que tiene, y los que tendrá, la crisis financiera en diversos sectores empresariales y productivos. Serán los menos favorecidos de la fortuna quienes soportarán los peores efectos.
No faltarán quienes atribuyan lo fracasos, desaciertos y limitaciones, que seguramente los habrá en medio de grandes aciertos, al color de la piel de su Presidente.
Deberá afrontar además las demandas por un nuevo sistema financiero internacional, que tendría que dar un papel distinto al dólar, al impuesto a partir de Bretton Woods.
La política social que Obama ha anunciado tendrá que lidiar con las limitaciones que el sistema le va a imponer. Un elemento que podría ser favorable, será la disminución de los gastos militares que supondría el retiro de tropas de Irak. Pero durante la campaña electoral, el ahora Presidente electo contrapesó su oposición a esta guerra ante sus críticos, con un anuncio de reforzamiento de la presencia militar y la profundización de la guerra en Afganistán.
Esto último revela que los fines pacifistas no son claros. Al parecer la presencia militar y la ocupación de países independientes continuará, como parte del carácter rapaz y predador del imperialismo globalizante del siglo XXI.
El eventual retiro de tropas de Irak no es una acción que pueda ejecutar de manera inmediata. Sin duda el complejo militar industrial se va a oponer. Muchos intereses y compromisos hay en juego, luego de una invasión premeditadamente calculada como negocio.
La producción industrial de armas, la destrucción de la capacidad productiva del país invadido y la posterior reconstrucción, son parte de un ciclo que la potencia militar norteamericana repite desde hace bastantes décadas.
La apropiación de las riquezas petroleras y arqueológicas de la milenaria cultura, también estaban definidas como parte del negocio que anunciaba la invasión, todo lo cual debe generar sus dividendos.
La industria militar es uno de los fundamentos de la economía estadounidense, que involucra a buena parte de la población. No se trata solo de la producción directa de tecnología y armamento para la muerte. Hay todo un complejo sistema para el sostenimiento de las condiciones de vida de las personas dedicadas a las actividades militares y de sus familiares. Involucra además industrias de alimentación, vestido, residencia, transporte y otras actividades económicas y sociales que giran alrededor de la guerra. No es de esperar que este ciclo tan perverso concluya en el corto o mediano plazo, porque el poder de quienes lo defienden es fundamental en el mundo que hemos heredado en el siglo XXI.
El despliegue de misiles en reforzamiento de la posición de la OTAN en Europa, también será de interés, como parte de la política global de dominio que Estados Unidos ha venido imponiendo como única superpotencia. El deseo de mejorar las relaciones con Rusia, si es que existe, está en juego.
El cese de la carrera armamentista no es una expectativa clara y la propuesta del Presidente Medvedev, de renunciar al despliegue de misiles en Kaliningrado, a cambio de que Estados Unidos no lo haga con el escudo antimisiles en Europa, no parece estar en terreno fértil. La expansión de la OTAN hacia el este europeo puede que no se detenga.
En el orden latinoamericano, la oposición a los tratados de libre comercio con países como Colombia, donde han sido asesinados miles de líderes sindicales y de organizaciones de izquierda, parecen tener mayor posibilidad y el mismo presidente colombiano trata de aparentar algún compromiso en la represión de semejantes atrocidades.
Es clara la intención de eliminar las prisiones de Guantánamo, no así la devolución de la soberanía a Cuba sobre este territorio. Es posible además una mejor relación con el gobierno cubano, así como ciertos cambios en el bloqueo impuesto para ahogar la Revolución.
En la expectativa también están, las posibilidades de establecer relaciones recíprocamente ventajosas y de plena soberanía, entre la superpotencia norteamericana y los gobiernos populares que se han instaurado, con afanes de socialismo, o al menos reformas sociales de gran importancia, en varios países latinoamericanos.
Para Costa Rica las posibilidades de dar marcha atrás con el TLC son casi imposibles. Nuestra buguesía, logró imponerse en un compromiso fervoroso y total con el librecambismo. La manipulación, el muñequeo y la mediatización ideológica, han sido las armas que utiliza con éxito. La carrera por lograr la aprobación y firma final del tratado, está dando frutos para antes que el Presidente Negro asuma sus funciones.
jueves, 13 de noviembre de 2008
Barack Obama: gran logro histórico, pero aún en la penumbra.
Etiquetas:
Geopolítica,
Historia mundial,
Pensamiento económico
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario